24 Oct JOVELLANOS Y CHATEAUBRIAND. RETRATOS DE GOYA Y GIRODET
A los muchos lectores que se lamentan diariamente, con razón, de la pobreza cultural e intelectual de nuestros políticos, Madrid Tourist Guides les dedica con cariño este blog. Contaremos en él algunas cosas de 2 ilustrados políticos de los S. XVIII/XIX, uno en España y el otro en Francia, que consagraron su vida al servicio de su país y a luchar en favor de la mejora de la condición humana, la libertad y la justicia y en contra del despotismo de los poderosos, la corrupción y el abuso de los gobernantes.
– Cualquier semejanza con algún político de la actualidad es IMPOSIBLE –
Gaspar Melchor de Jovellanos en España y François René de Chateaubriand en Francia, fueron 2 brillantes intelectuales que, por su compromiso político, sufrieron turbias maquinaciones que pretendieron apagar su voz e, incluso, su vida.
Ambos protagonizaron la Ilustración, padecieron el Imperialismo Napoleónico y sembraron la Semilla del Romanticismo.
Jovellanos fue Magistrado y Juez de lo Criminal, Alcalde de Casa y Corte, Economista, Poeta, Dramaturgo, Consejero de Órdenes, Académico, entre otras, de las Reales Academias de la Historia, Bellas Artes y de la Lengua, Ministro de Gracia y Justicia, Vocal de la Junta Suprema Central Del Reino y patrocinador de la que fue Obra de su Vida, El Real Instituto de Náutica y Mineralogía de Gijón.
El Vizconde de Chateaubriand fue un diplomático de muy noble cuna, soldado distinguido, ministro, académico de la Lengua Francesa, embajador y par de Francia.
Jovellanos y Chateaubriand se enfrentaron sin temor a las injusticias de los Más Poderosos, aun siendo conscientes del perjuicio que su actitud les depararía. Jovellanos fue desterrado por defender valientemente a su amigo Francisco de Cabarrús de las intrigas urdidas por la Reina María Luisa de Parma, quien aborrecía a los 2 amigos. Chateaubriand renunció a sus altos cargos en el Gobierno de Napoleón Bonaparte después que éste sentenciara la muerte del Duque de Enghien, en base a burdas acusaciones que jamás fueron probadas.
Chateaubriand se atrevió a renegar del simbolismo revolucionario de la guillotina, desenmascarándola como un instrumento del que se valían los líderes para eliminar a disidentes e instaurar el Terror. El mismo Terror que, desde Lenin, se aplica a la oposición en regímenes totalitarios. Además, Chateaubriand fue el Wolfgang Göthe, Dante Alighieri, John Milton o James Joyce de Francia. Dicho de otra manera, tenía una prosa sublime, insuperable. Valiéndose de ella escribió Memorias de Ultratumba, su magna obra póstuma, en la cual entrelazó magistralmente íntimas reflexiones sobre su vida y su época.
De Memorias de Ultratumba:
“Bertrand Barère el trovador de la guillotina, en cuyo informe se basó la Convención para decretar que el Terror estaba a la orden del día, pudo escapar después de ese mismo Terror escondido en una carreta llena de cabezas decapitadas, Él, el mismo que se apostaba bajo el patíbulo, a los pies de una bañera de sangre, para gritar Muerte! Barère era de esa especie de tigres que nacen con el soplo de una brisa ligera.’’
Jovellanos fue un político de incansable actividad. Propulsó innovadoras propuestas de desarrollo industrial (minería), de caminos (carretera de Oviedo a Gijón), educación pública y democrática, urbanismo (Plan general de mejoras propuesto al Ayuntamiento de Gijón) y legislativas (desamortización de los bienes de la iglesia). Jovellanos jamás se casó, pero su amable y delicado trato le granjeó la amistad de muchas damas cultivadas en Gijón, Sevilla, Madrid y Mallorca. Le repugnaba la promiscuidad en las lides amorosas. Sus melancólicas rimas estaban empapadas de los románticos devaneos de un amante sin fortuna.
De Soneto Primero:
Sentir de una pasión viva y ardiente, todo el afán, zozobra y agonía;
Vivir sin premio un día y otro día; dudar, sufrir, llorar eternamente.
Amar a quien no ama, a quien no siente, a quien no corresponde ni desvía;
Persuadir a quien cree y desconfía; rogar a quien otorga y se arrepiente;
luchar contra un poder justo y terrible; temer más la desgracia que la muerte;
morir, en fin, de angustia y de tormento, víctima de un amor irresistible:
ésta es mi situación, ésta es mi suerte. ¿Y tú quieres, cruel, que esté contento?
Jovellanos y Chateaubriand, sus diferencias: Chateaubriand era apasionado y soberbio. Su deslumbrante prosa y verbo no siempre se basaban en un análisis riguroso de las cosas. El entusiasmo que mostraba, tanto en sus frecuentes escarceos amorosos como en la proclamación de ardorosos panegíricos a la Monarquía Borbónica primero y a Napoleón Bonaparte después, le llevaron por fin, en su senectud, a la amarga comprobación de una dolorosa paradoja personal. Los destinatarios de aquellas alabanzas habían ejercido un abuso de poder que él, enemigo recalcitrante del despotismo e ilegalidad, no apreció en su momento. Sin embargo, la fervorosa lealtad monárquica de Chateaubriand prevaleció sobre su abominación de la tiranía. En su calidad de par de Francia votó la sentencia a muerte del heroico general Ney e instó el envío de la ominosa expedición de los Cien Mil Hijos de San Luis a España para reinstaurar la Monarquía Absoluta, aunque posteriormente se arrepintiese de haberla promovido.
Jovellanos era un intelectual visionario y coherente que gestionó exitosamente los proyectos que pudo llevar a cabo. En Sevilla, se lamentaba por carecer de facultades para anular la tortura, el caciquismo y la ‘’justicia de los poderosos’’. Durante su breve paso por el Ministerio de Gracia y Justicia, un envenenamiento ocasionó daños irreparables en su salud. La causa del atentado pudo radicar en su proyecto de reforma del arbitrario Tribunal de la Inquisición e infructuosos intentos de desamortizar los bienes eclesiásticos y secularizar los estudios universitarios. Aunque lo más peligroso fue su negativa a despachar con la Reina María Luisa de Parma, quien lo aborrecía de antaño. Durante el reinado del invasor José I, un anciano y enfermo Jovellanos se negó a mediar a favor del monarca ante los patriotas asturianos o asumir el puesto de Ministro del Interior. Inmediatamente después, Jovellanos se unió a los patriotas representando a Asturias en La Junta Suprema del Reino, poniendo de nuevo su vida en peligro por una previsible represalia del rey francés
Jovellanos y Chateaubriand, sus paralelismos: Los dos eran personas desprendidas y honradas. Ambos padecieron estrecheces económicas a lo largo de su vida. Fueron amantes y defensores de la Cultura, Historia y las Artes. Los pintores predilectos de Chateaubriand eran Miguel Ángel, Rafael Sanzio, Jean Bondol, Pietro Perugino. El filósofo que más le influyó fue Rousseau. Jovellanos adquirió, entre otras, pinturas del ‘Divino Morales’’, Carreño de Miranda y Alonso Cano. Cultivó una estrecha amistad con Goya a quien le encargó los extraordinarios Frescos de la Ermita de San Antonio de la Florida. John Locke, padre del liberalismo, moldeó las ideas de Jovellanos sobre la educación y los límites que le imponía el catolicismo. Tanto Jovellanos como Chateaubriand eran ‘’hijos de mamá’’. El fallecimiento de la madre de Chateaubriand, una dama muy devota, llevó a éste a replantearse su postura racionalista ante el cristianismo. Chateaubriand escribió entonces un tratado sobre la Belleza de la Religión Cristiana donde expone que ‘’El cristianismo es perfecto; los hombres son imperfectos. Ahora bien, una consecuencia perfecta no puede surgir de un principio imperfecto. El cristianismo, por lo tanto, no es obra de los hombres’’. Por otra parte, Jovellanos durante su suavizado, aunque doloroso, por injusto, encarcelamiento en Mallorca trabó amistad con monjes y canónigos, participando en sus servicios religiosos y deleitándose con los himnos y cantos gregorianos. Esta atmósfera propicia al recogimiento espiritual y el hecho de disponer de abundantes momentos libres le motivó a meditar sobre el estrecho vínculo que unía al cristianismo con la cultura europea. La religión cristiana condujo a Jovellanos y Chateaubriand a añorar el Gótico. Probablemente la saturación que ambos experimentaban del Siglo XVIII, les retrotrajo a aquella época donde la imaginación y emociones humanas levantaron preciosas ermitas, iglesias y catedrales góticas. Chateaubriand y Jovellanos alternaron la exaltación del medioevo con la de la naturaleza. Largos paseos a través de hermosos paisajes. Paradas reflexivas en cementerios o ruinas arqueológicas; el presentimiento de una muerte cercana, esa profunda melancolía que les encogía el alma, en suma, todas las emociones que sembró en ellos la semilla del Romanticismo.
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Retrato de Jovellanos por Francisco de Goya y Lucientes
Museo del Prado. 1798. Óleo sobre lienzo, 205 x 133 cm.
Goya y Jovellanos eran amigos desde 1783. Jovellanos era ‘’muy amigo de sus amigos’’, actitud que le granjeó no pocas críticas por parte de sus enemigos. Gracias a la mediación de Jovellanos, Goya recibió importantes encargos, siendo el más importante la decoración de la cúpula de la Ermita de San Antonio de la Florida.
Goya retrató por segunda vez a un Jovellanos de 54 años que cumplía 6 meses como Ministro de Gracia y Justicia bajo la Secretaría de Estado de otro amigo, el militar Juan Francisco de Saavedra. Jovellanos se encontraba muy mal de salud y de ánimo cuando posó para Goya en Aranjuez. Había sido envenenado por sus enemigos políticos y padecía feroces ataques e intrigas por parte de poderosas instancias que se sentían amenazadas por sus pretensiones de ‘’humanizar’’ el Tribunal de la Inquisición, reformar la Ley Agraria y los Estudios Universitarios. A esto se sumaba que la aversión de la Reina María Luisa hacia Jovellanos subía hasta las más altas cumbres de la rabia, por negarse éste a despachar con ella. Es fácil suponer que Goya estaba al tanto de las penurias de su amigo, de modo que plasmó en esta obra no solo la reflexiva tristeza de Jovellanos, junto a acertados símbolos de su sabiduría, sino que también la admiración y pena que sentía en ese momento por él.
A la izquierda del retrato, sobre la mesa, hay una escultura de la Diosa de las Artes y Sabiduría, Minerva, que ‘’mira’’ con tristeza a Jovellanos a la vez que, en actitud protectora, extiende compasivamente su brazo derecho hacia el retratado. (Que genial era Goya. Consigue dotar a una abocetada escultura de una expresividad conmovedora). En su mano izquierda, Minerva sostiene, en vez de su escudo ovalado, una pizarra rectangular con el emblema del proyecto personal que más enorgulleció a Jovellanos : su Real Instituto de Náutica y Mineralogía en Gijón, cuya realización le costó sangre, sudor y lágrimas. Sobre la mesa se amontonan legajos que dan fe del incansable espíritu de trabajo del político Jovellanos. En su mano derecha sostiene una cuartilla doblada ( de igual significado que la cuartilla que sujeta en su mano derecha el joven Rey Felipe IV de Velázquez ) . ¿Podría haber en la hoja esbozos de rimas del Jovellanos poeta, tal vez un inicio de sátira contra los malos hábitos de la nobleza o los afrancesados?
Sea lo que sea, Goya consiguió un excelente retrato sicológico de su amigo. Personalmente, interpreto que, más que melancolía (este sentimiento se apoderó de él recién años más tarde, en Mallorca), Jovellanos transmite al espectador del retrato el agobio y desesperanza que le producía su cargo ministerial. La situación de España le aflige. Los enemigos que maquinan su cese le acosan. Su salud se encuentra muy maltrecha. Teme por su vida. Y no vislumbra ninguna otra salida, que no sea su renuncia.
‘’Pobre España, nación sin cabeza… ¡Desdichado de mí!’’, fueron las últimas palabras de Jovellanos.
(Mientras redacto este blog, imagino que todos los visitantes del Museo del Prado que mirasen este retrato desde su izquierda, centro o derecha, sentirían que el protagonista, que vuelca su posición a todos los lados, medita sobre el panorama que se vivió en octubre del 2020, concluyendo, en silencio, ‘’Pobre España, nación si cabeza… ¡Desdichados españoles; no hay remedio!’’). Prosiguiendo esta cavilación, hay que reconocer que Goya, sin pretenderlo quizás, logró hacer una obra atemporal ya que España era una nación sin cabeza en 1798 y lo sigue siendo en 2020.
Particularmente, me encantan las variadas tonalidades de verde-tierra que Goya utiliza para fundir a Minerva con el fondo del cuadro. Igual me sucede con el ocre amarillo del mobiliario. Como no alabar la suave luz que penetra en la estancia y que centellea sobre la escultura de la Diosa. La composición es muy equilibrada por lo que Goya produce una atmósfera de tranquilidad y armonía. Así, elimina la tensión a la que estaba siendo sometida el retratado. Indudablemente Jovellanos atrae inmediatamente la atención del espectador. Insisto en que Goya aplica magistralmente aquella técnica de los maestros del Renacimiento y Barroco que dotaba de perspectiva móvil al sujeto del retrato, haciendo girar su cuerpo y mirada hacia todos los lugares desde donde le observaran. La técnica de Goya nos vuelve a asombrar con los colores del atuendo de Jovellanos. Su pincel deposita unas admirables ‘’calidades’’ en la chaqueta, de un indefinible ‘’gris verdoso’’ camisa de amarillo-ocre ligero, pantalón ocre marrón, medias de plomo blanco y zapatos de negro-marfil.
Ilustrísimo Señor Don Gaspar Melchor de Jovellanos, fuisteis un Gran Hombre y una Buena Persona. De este modo os retrató vuestro genial amigo Francisco Goya y Lucientes. El cariño que os profesaba Goya redundó en uno de los mejores retratos del Siglo XVIII, que hoy pertenece a las más preciadas obras maestras del Museo del Prado.
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Retrato de Chateaubriand por Anne Louis Girodet de Roussy o ‘’Girodet Trioson’’
Museo de Historia de la Ciudad y del País Malouin, 1808/1809. 130 x 96 cm.
Girodet-Trioson fue un pintor romántico francés que conquistó la fama como ilustrador de libros de prestigiosos escritores, creador de obras eróticas de estilo académico y retratista de personajes célebres.
Al igual que Jovellanos con Goya, Chateaubriand fue retratado por Girodet cuando estaba convaleciendo de una grave enfermedad.
El retrato que Girodet hizo de Chateaubriand mereció el siguiente juicio de Napoleón: ‘’Parece un conspirador bajando por la chimenea’’. Sin embargo, a un Chateaubriand de 40 años le gustó su retrato y alabó el talento de Girodet ‘’para llenar el cuadro de mi oscura figura con su genio.’’
En el año de la elaboración del retrato de un indispuesto Chateaubriand, Napoleón había iniciado la invasión de España. El escritor, militar y político en ciernes criticó duramente a Napoleón: ‘’La campaña contra España fue un abuso. Si hubiera sido un dominador inteligente de la Península Ibérica hubiese podido sacar muchas ventajas políticas y militares. En cambio, logró que el territorio ocupado se convirtiera en un campo de entrenamiento del ejército inglés a la vez que anticipó su propia destrucción, provocando la rebelión del pueblo español.’’
El hombre que se atrevió a censurar a Napoleón habló con la autoridad de un gran viajero y conocedor de España y de la mayor parte del mundo civilizado. En España, había explorado Granada, la Alhambra y el Generalife, la magnificencia de Sevilla, la monumental Mezquita de Córdoba, el Palacio de Aranjuez (donde Jovellanos había sido retratado por Goya, 10 años atrás) y sus inspiradores Jardines, el imponente Monasterio del Escorial, el sublime Acueducto de Segovia y la Catedral de Burgos, joya de ese Gótico que Chateaubriand tanto veneraba.
El Chateaubriand que se atrevió a reprochar a Napoleón sus dotes de estratega, era ya un escritor que había publicado 3 excelsos libros (Atala en 1803; René, en 1802 y El Genio del Cristianismo, también en 1802) y un grandioso poema romántico (Los Mártires en 1804).
Girodet situó a Chateaubriand en Roma, La Ciudad Eterna que tantas experiencias memorables había aportado a Chateaubriand en su calidad de Diplomático de la Embajada Francesa. Ahí, paseando a orillas del Tíber concibió la idea de escribir sus Memorias, que serían publicadas el mismo año de su fallecimiento. Roma, La Villa de Horacio que le inspiraba una dulce melancolía cada vez que paseaba por ella. Roma milenaria, donde Chateaubriand quería exiliarse para esperar entre sus pinos y monumentos la llegada de su Última Hora. Roma, donde acompañó en su agonía a Madame de Beaumont (autora de la Bella y La Bestia). Y finalmente, la Roma donde se produjo, cerca del Coliseo, el reencuentro fortuito de Chateaubriand con su sobrino Christian, uno de los pocos parientes del escritor-poeta que se había salvado de la inmisericorde Guillotina. Christian, después de haberse perdido la mitad de su vida en un orfanato había llegado a ser Prefecto de un Colegio Jesuita y pasaba con sus alumnos unas vacaciones en el Tívoli, cuando se encontró en una calle próxima a los Baños de Tito con su tío François René!
El Coliseo, próximo al lugar donde Chateaubriand y Christian se abrazaron. El mismo Coliseo que sirvió de marco a los Mártires, el grandioso y trágico poema de Chateaubriand. Una vista parcial del Coliseo Romano que Girodet introdujo simbólicamente para reforzar la atmósfera nostálgica del retrato del Vizconde.
Girodet definió la línea del horizonte en la mitad del retrato, colocando a Chateaubriand en un enorme y ‘’fotográfico’’ primer plano que hace imposible pintar al modelo de cuerpo entero. Se origina la ilusión de que Chateaubriand ‘’se sale del cuadro’’. Al fondo, el difuminado Coliseo y el borroso Monte Palatino dan la impresión de lejanía. Chateaubriand se apoya en un muro cubierto de hiedra. Viste a la moda romántica con un frac marrón oscuro, chaleco negro, camisa blanca, corbata anudada al estilo ‘’gastronome’’ y pantalón ancho. La frondosa greña que cae sobre la frente de Chateaubriand hacía palidecer de envidia a otros románticos de escaso pelo que estaban obligados a recurrir al tupé o cabello sintético para no exhibir un aspecto anticuado. ¿Hacia dónde dirige su mirada Chateaubriand ? ¿Está desanimado, molesto tal vez con su estancia en Roma que, por varias razones, ya no le resulta tan grata como antes? ¿O se lamenta que el ardiente pecho de su amante, la feminista Hortense Allart, no sea capaz de hacerle olvidar su platónica obsesión por la angelical e inalcanzable Louise Vernet, ‘’ El pajarillo’’ quien le inspiró las siguientes líneas ?
‘’Cuando Louise está en una habitación siempre tengo miedo de que alguien se olvide de cerrar la ventana y ella ascienda al cielo, de donde parece haber bajado’’
Girodet demuestra una impecable técnica neoclásica, testimonio de las enseñanzas de su maestro, Jacques-Louis David. Fijaros en las venas y nudillos de las manos de Chateaubriand, su incipiente barba de un día, esa nariz aguileña que sobresale del lienzo, las pulcramente dibujadas hojas de hiedra, las calidades del muro…
Muy alto y muy poderoso Señor de Chateaubriand, fuisteis una buena persona, leal con vuestros principios y amigos. Sobretodo, un auténtico romántico, a la altura de Lord Byron. Así os retrató Girodet, como una inamovible estatua del Romanticismo. Se os perdona vuestro petulante comportamiento, vuestros numerosos errores políticos, vuestros cambios ideológicos, porque fuisteis el autor de Memorias de Ultratumba, una de las Obras de la Literatura Universal más extraordinarias de todos los tiempos y tuvisteis el valor de enfrentaros al déspota más temido de vuestra época.
¿ Le gustaría conocer a fondo otros personajes célebres y sucesos importantes de la Historia De España, según las obras maestras del Museo del Prado ? Soy Irina Karasenko y estaré encantada de comunicar con Usted.
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