VISTA DE TOLEDO. EL GRECO, ZULOAGA, CLAUDIO BRAVO

VISTA DE TOLEDO. EL GRECO, ZULOAGA, CLAUDIO BRAVO

En este Blog de Madrid Tourist Guides analizaremos Vista de Toledo por El Greco, Ignacio Zuloaga y Claudio Bravo.

Si desean disfrutar personalmente de la subyugante ‘’Jerusalén de Europa’’, les aconsejamos apuntarse a cualquiera de las excursiones privadas de Madrid Museum Tours a Toledo.

1º Vista de Toledo por El Greco. 1596/1600. Óleo sobre lienzo

El Greco, View of Toledo

El administrador del Hospital de Tavera, don Pedro Salazar de Mendoza, encargó al Greco en 1.596 una Vista de Toledo, que aportaría arte a un ilusorio proyecto urbanístico y propagandístico de detener la inexorable decadencia de la ciudad. En primer lugar, había que convencer al Rey Felipe II para que abandonase su residencia en el Real Sitio del Escorial y volviese a Toledo.  Pero Felipe II era un anciano, enfermo de gota, que 4 forzudos guardas transportaban en silla por las incontables escaleras y dependencias de su magna residencia escurialense. Además, el monarca, que encontraba Toledo muy incómodo para vivir, no simpatizaba ni con la Nobleza Toledana ni con el Tribunal del Santo Oficio, que había sentado sus reales en Toledo transformando la Plaza de Zocodover en un temible escenario de terror y sufrimiento. Felipe II falleció en 1.598, mientras El Greco aún trabajaba en su Vista de Toledo. Una lástima, porque como amante del arte de la pintura, seguro que al rey no le habría desagradado la Vista de Toledo del Greco.

El Genio de Creta afrontó el encargo de su amigo Salazar resaltando los sitios emblemáticos de Toledo como símbolos de su poder y valor histórico. En la zona este de la ciudad situó al Alcázar, más elevado que la Torre de la Catedral ( permutando sus respectivas posiciones ), el Puente de Alcántara, construido por los romanos, el Castillo de San Servando del S. XI y un agrandado río Tajo con su curso al revés.

Excluidas de la Vista de Toledo quedaron edificaciones que circundan al Alcázar y la Catedral. Tampoco aparecen las murallas romanas y árabes que tanto disgustaban a Felipe II y que cercenaban asimismo el desarrollo urbanístico.

De este modo, El Greco lleva a cabo una manipulada interpretación paisajística de Toledo, pero que transmite una desbordante fuerza expresiva y dramatismo.

El Greco aplica a su primer paisaje sus inigualables rasgos identitarios :

  • Alargamiento excesivo de las figuras, en este caso construcciones. ( Las Torres de la Catedral, del Puente de Alcántara y del Castillo de San Servando.)
  • Fuentes ambiguas de iluminación
  • Manchas de Fondeado por doquier que se funden con las sombras azuladas del cielo, sus nubes blanquecinas, el Tajo y la superficie verde
  • Ausencia de perspectiva
  • Magníficos cielos tormentosos.
  • Suaves transiciones de colores próximos en la escala de espectros ( verde/amarillo ) que se fusionan en la hierba y follaje. Otras sutiles transiciones de azul y blanco en las nubes.

En Madrid Tourist Guides nos encanta la desenvuelta técnica del Greco para esbozar nítidamente las figuras que aparecen en el río y a su vera. Algunos pescan, otros se ‘’remojan’’, una pareja estruja en un batán un gran paño blanco mientras que más alejados de la orilla 7 personas parecen acarrear agua ( En aquella época, el agua se subía a Toledo en cubos transportados por personas o mulas ). De todas maneras, nuestras ‘’miniaturas’’ favoritas son las del jinete y su caballo, que cabalgan hacia la redondeada roca en la mitad del río, junto a la enigmática sombra que se yergue sobre la barandilla de la presa.

Resumiendo, por su abstracción de la realidad en la disposición de los elementos del cuadro y su grandilocuente expresividad, la Vista de Toledo por el Greco nos parece una interpretación revolucionaria del paisaje, única e irrepetible. Tanto como pieza de encargo para ensalzar la magnificencia de Toledo, como por ser una obra maestra de arte universal.

2º Vista de Toledo by Ignacio Zuloaga. 1911-1920. Óleo sobre lienzo

Zuloaga, Toledo view

Un mes de Verano, Ignacio Zuloaga se habría parado en un mirador de la montaña frente a Toledo, habría extraído del bolsillo su libreta forrada en piel y comenzado a redactar con clara letra las inamovibles líneas maestras en las que se basaría su siguiente paisaje. Como confesó a su amigo, el coleccionista Christian Brinton, ‘’mis dibujos los escribo’’. Zuloaga había decidido pintar una Vista de Toledo, tal como lo había hecho hace más de 300 años su admirado ‘’Dios de la Pintura, el Greco’’.

Zuloaga, como el joven Velázquez, sabía que El Greco era inimitable. Sin embargo, el Greco, Velázquez, Carreño, Goya, Castilla La Vieja, la España profunda, eran su fuente de inspiración.

Zuloaga despreciaba las nuevas corrientes pictóricas de su época. Nada de dadaísmo, puntillismo, futurismo, rayonismo y otras ‘’modernidades’’. Pobre de él. Hubiese deseado vivir en el Siglo XVI y su único consuelo era imaginarse que compartía experiencias con sus ‘’augustos predecesores.’’

Así que tras haber fijado en la libreta de piel su esquema preconcebido y ponderado concienzudamente cada detalle que después plasmaría en dibujos, colores y formas de Toledo, Zuloaga estaba preparado para ‘’atacar el lienzo’’. Primero, un fondeado gris. Luego, la preparación del lienzo, a la antigua usanza. En el momento adecuado, dibujaría los contornos con carboncillo. Con trazos audaces pero seguros, porque el pintor había ya previamente terminado el cuadro en su mente. Nada de improvisaciones o modificaciones. Sus edificios de Toledo tienen una elevada síntesis decorativa a pesar de que los colores sean mustios marrones amarillentos, grises plateados, rojos apagados y negro para las vidrieras de la catedral. El agua del Tajo es verde. A Zuloaga no le gustaba el color azul y sólo lo usaba cuando no tenía más remedio. El borrascoso cielo, anuncia una tormenta de verano. Los tonos oscuros y amarillentos impregnan el paisaje de una coreografía amenazante. Que magnífico contraste entre las sueltas pinceladas que componen los nubarrones y las rigurosas líneas arquitectónicas.

Zuloaga prescinde de personajes en su Vista de Toledo. Sólo construcciones rectilíneas que acreditan la atemporalidad del Toledo romano, visigodo, musulmán, judío y católico.

Sin embargo, tales edificios fueron construidos por los pobladores de Toledo a lo largo de los siglos. Zuloaga los abstrae de su Vista de Toledo, pero su existencia es inmanente a Toledo, Castilla la Vieja, en suma, a la España que el artista tanto amó.

Él mismo confesó : ‘’Amo a España con apasionado ardor y no soy feliz en ninguna otra parte.’’ El amor de Ignacio Zuloaga por su país estaba bien fundamentado. Había viajado por muchos países de América y Europa acompañando a sus exposiciones sin que su nostalgia de España dejara de atormentarle un solo momento.

3º Vista de Toledo por Claudio Bravo. 1.962. Óleo sobre lienzo

Claudio Bravo fue uno de los más importantes pintores chilenos. De familia de agricultores, nació en 1.936, en el hermoso puerto de Valparaíso. En su juventud, compaginó la pintura con el ballet. Fue deudor, en su formación humana, intelectual y artística, del filósofo Luis Oyarzún.

La facilidad innata para pintar del joven artista, le llevó a convertirse en retratista predilecto de la aristocracia de su país. Con el dinero ganado se embarcó en un crucero con destino a Francia. El viaje fue muy malo. Pero bueno para Madrid, porque con 25 años Bravo se estableció en la Calle Conde de Aranda siendo recibido con los brazos abiertos por la aristocracia madrileña que valoró en seguida la habilidad del joven artista para pintar magníficos retratos en entornos inusuales.

Los que conocieron a Claudio en aquella época cuentan que era un invitado indefectible de las fiestas y saraos de la alta sociedad madrileña donde se apostaba en una esquina, sonriendo levemente, como quieto observador del espectáculo de vanidades que se desarrollaba a su alrededor. Sin embargo, de observador pasaba rápidamente a ser centro de observación de codiciosas miradas heterosexuales pues Claudio Bravo era joven, apuesto, elegante, ingenioso y ameno conversador.

Total, que a los 26 años, este talentoso joven especializado en retratos de alcurnia y naturalezas muertas , se apostó en la parte más elevada de la montaña para pintar su propia Vista de Toledo. 1 año antes, Claudio había hecho una sombría visión de Ávila con figuras celestiales flotando en el fantasmal cielo el cual, no nos podemos resistir a decirlo, nos parece lo mejor del paisaje abulense.

Claudio Bravo, un pintor chileno se enfrenta a Toledo, sólo un año después de arribar a Madrid.

Y saca el mejor partido visual posible a la sólida roca donde se asienta Toledo. Esa roca maciza sobre la cual los romanos levantaron la fortaleza de Toletum, porque estaba en el centro del territorio conquistado y muy bien protegida por el enorme río que casi la abrazaba por completo.

La roca, protagonista absoluta de Vista de Toledo de Claudio Bravo.

Una roca inaccesible, cuya piedra impermeable impidió la filtración de agua a los pozos cavados muy hondo por los romanos, que se quedaron secos. Salvo cuando la lluvia los llenaba un poco.

Las edificaciones de Toledo quedan muy comprimidas. Sin embargo, se perciben bastantes estrechos callejones toledanos. Las casas a la falda de la roca ostentan una precisión formal que rivaliza hoy con la de ‘’Google Maps’’.  Las variadas texturas de la roca traslucen la afición de Bravo por las piedras. No en vano, latía en el joven artista el talento que haría de Claudio Bravo un insuperable pintor hiperrealista.

Por sacar a colación algún defecto, a nuestro juicio, la altura y volumen de la Torre flamígera de la Catedral Primada son desproporcionados.

Al fondo, en ambas esquinas, sombras abocetadas. ¿El Alcázar y San Juan de los Reyes, quizás?

Desde la posición del espectador, a la derecha, se vislumbra un trozo de arco del Puente de Alcántara.

Vista a Toledo de Claudio Bravo pertenece a una colección particular. No lo hemos visto en directo. Qué ganas de averiguar si las gamas de frío verde que tiñen Toledo son reales.  Sea como sea, en este cuadro tenemos otro ejemplo de una acertada combinación de tonos amarillos/verdosos.

Claudio Bravo obtiene un claro-oscuro portentoso en su Vista de Toledo. Las espesas nubes negras y grises se ciernen intimidantes sobre la roca. Aunque un halo de luz protector ampare las construcciones del centro, unas infaustas sombras simulan trepar por la roca para aliarse con las nubes en amenazar la milenaria urbe.

Pero esto no es una película de terror.

Toledo sobrevivirá, como siempre. Superando largas fases de infortunios y depresión.

Queda para la posteridad la Vista de Toledo de Claudio Bravo, obra condenada al olvido, como su autor.

Un consuelo que al Greco y a Zuloaga les sucediera igual, antes de renacer.

Y Toledo antiguo seguirá clavado a su roca.

Por los siglos de los siglos.

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